jueves, 27 de agosto de 2020

El hotel de los escritores

 

El hotel de los escritores

 

 

         Me contaron en una ocasión, que había un hotel junto al mar, en un reino de nuevo cielo y nueva tierra donde habitaban unos ilustres escritores. El hotel todo de manera estaba ubicado en la orilla de una extensa playa con mar abierto. Uno se deleitaba con el alba y el crespúsculo, con días soleados o con días tormentosos debido al fuego de los dioses. Estaban hospedados Juan Ramón Jiménez, Antonio Machado, Federico García Lorca, Miguel Hernández… En cada una de las puertas de entrada a las habitaciones; que eran de diferentes colores, tenían escrito un lema cada escritor: “La muerte es la única verdad”, “Se hace camino al andar”, “pero que todos sepan que no he muerto”, “Mi nombre es barro aunque Miguel me llame”… El hotel contaba con un salón grande que era una biblioteca repleta de libros que daba a un amplio jardín. Todas las noches, después de cenar, uno de ellos era el protagonista para dar una conferencia. Una de ellas tuvo mucho éxito, fue la titulada: “Pensamientos sobre Dulcinea”. Todos ellos, eruditos, estudiaban y llevaban a cabo una investigación sobre las musas.

 

El servicio del hotel estaba compuesto de querubines, serafines y hadas. La cafetería del hotel era grande y espaciosa con enormes cristaleras. El hotel contaba con una escalera de caracol que daba a una azotea y se podía tocar el cielo con la punta de un dedo. El menú del día siempre contaba con una variedad de bebidas y comidas de diferentes naciones. Todos ellos, clientes y trabajadores vestían de seda. Todas las sábanas de seda. Decían que algunas noches las musas visitaban el hotel y el amor era libre y verdadero. Todas las noches de luna llena tocaba el piano Federico García Lorca y cantaba canciones populares, se olía a jazmín y se oía el canto de las sirenas, sin seducción ni engaño. La mayoría de las noches se iluminaban con la luz trémula de las velas, en otras ocasiones, solo con el ámbar de los griegos. El dueño del hotel era un genio que ofrecía alojamiento a todos los enamorados de la palabra, que anhelaban hacer realidad sus sueños y ansiaban conquistar sus deseos. Decía a toda la gente: “Conoce el significado de todas las palabras para cambiar el mundo”. Dicen que Dios era tan inmensamente feliz y estaba tan contento con este hotel y sus gentes que intervenía para que no se abriera la caja de Pandora. No sé si será verdad, si solo existe en la imaginación, pero, ¿por qué no podría existir un hotel así?.

 

Francisco José Blas Sánchez

 

 

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