Tomás Nevinson, publicada por
Alfaguara.
Orden de matar. Y además a una
mujer. En España hay más mujeres asesinadas de las que asesinó el enemigo. Muertes
en la historia de mujeres tan aguerridas como santa Juana de Arco. Uno se
encariña con esas personas asesinadas injustamente y aún más si cabe, siendo
inocentes. Hitler pudo morir asesinado y no hubiera existido la Segunda Guerra Mundial
lo más probable. Tomás Nevinson ha vuelto al trabajo, le necesitan. Llega a
Madrid. Se reunirá con su mujer Berta Isla. Ha estado como un lobo solitario
durmiente; lobo de los buenos. Se dice que a los espías les va bien con su pareja
como todo lo contrario, debido a su trabajo. Dicen que matar es fácil. A Tomás le
requieren para su antiguo trabajo en los servicios secretos. Combatir a dos enemigos:
uno de Irlanda y otro en España. Pero ahora está en España. No se fía de su exjefe
Bertram Tupra. En otra ocasión le engañó. Dicen que los espías acaban autodestruyéndose,
quizá no todos. Su exjefe es un tipo duro que puede con todo. Hay que abatir al
enemigo. Pisar la cabeza de la serpiente. En el dialogo de ambos personajes (Tupra
y Tom) se dice todo lo contrario. Es como ocurre en realidad, ¿no? Tupra
necesita que Tom identifique a unas personas (tiene unas fotografías) por los
atentados en 1987. Hipercor, en Barcelona; Casa cuartel de la Guardia Civil de
Zaragoza; y, otra Casa cuartel de Vic. Fueron de los más sangrientos. A todo
esto, le viene a la memoria de Tom el atentado contra Miguel Ángel Blanco en
1997. Parece que en la narración dialogaran John Le Carré y Javier Marías. Toda
la novela es una conversación detectivesca, como también introspección de
Tomás.