viernes, 16 de septiembre de 2022

A la memoria de Javier Marías

 

Tomás Nevinson, publicada por Alfaguara.

Orden de matar. Y además a una mujer. En España hay más mujeres asesinadas de las que asesinó el enemigo. Muertes en la historia de mujeres tan aguerridas como santa Juana de Arco. Uno se encariña con esas personas asesinadas injustamente y aún más si cabe, siendo inocentes. Hitler pudo morir asesinado y no hubiera existido la Segunda Guerra Mundial lo más probable. Tomás Nevinson ha vuelto al trabajo, le necesitan. Llega a Madrid. Se reunirá con su mujer Berta Isla. Ha estado como un lobo solitario durmiente; lobo de los buenos. Se dice que a los espías les va bien con su pareja como todo lo contrario, debido a su trabajo. Dicen que matar es fácil. A Tomás le requieren para su antiguo trabajo en los servicios secretos. Combatir a dos enemigos: uno de Irlanda y otro en España. Pero ahora está en España. No se fía de su exjefe Bertram Tupra. En otra ocasión le engañó. Dicen que los espías acaban autodestruyéndose, quizá no todos. Su exjefe es un tipo duro que puede con todo. Hay que abatir al enemigo. Pisar la cabeza de la serpiente. En el dialogo de ambos personajes (Tupra y Tom) se dice todo lo contrario. Es como ocurre en realidad, ¿no? Tupra necesita que Tom identifique a unas personas (tiene unas fotografías) por los atentados en 1987. Hipercor, en Barcelona; Casa cuartel de la Guardia Civil de Zaragoza; y, otra Casa cuartel de Vic. Fueron de los más sangrientos. A todo esto, le viene a la memoria de Tom el atentado contra Miguel Ángel Blanco en 1997. Parece que en la narración dialogaran John Le Carré y Javier Marías. Toda la novela es una conversación detectivesca, como también introspección de Tomás.  

 


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