domingo, 1 de septiembre de 2024

El Reino de los Cielos (Capítulo 23, fragmento)

23

“La vida es lo más grande: perderla es perder todo”, Bertolt Brecht.

La noche es mística. Nos envuelve en su misticismo. El poeta en la noche se embelesa y entra en arrobamiento. Algo así conseguía sentir Liberto. Quería llegar a ser más espiritual, no veía obstáculos para ello, en secreto anhelaba ser un gran místico, un gran asceta, sin embargo, sabía que era una tarea difícil.  Aunque la vida es muy traicionera, también es generosa. Él pensaba que Dios ha hablado a las distintas culturas y religiones que hay en el mundo. Meditaba sobre algo que escuchó en labios de Agatha sobre Confucio: “La riqueza y la reputación son dones del Cielo”. ¿Un Dios bueno quiere de verdad la pobreza y que personas mueran de hambre? La respuesta definitiva es que no. Dios es completamente inocente. La vida se pierde cuando dejas de pensar en Dios, cuando no te importa el prójimo y cuando te traicionas a ti mismo. Liberto sabía que Jesucristo era la verdad, nuestro camino de vida. La vida es la gran aventura. José, el escritor, era quien más amaba la vida, estaba enamorado de ella. Este era buen conversador al estilo de Sócrates. Todos ellos habían estudiado y debatían en tertulias amistosas que: “Sócrates representa el pensar que está-en-camino combinado con el saber del no-saber.” Leían de todo y lo argumentaban. Ellos admiraban y no idolatraban. 

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