viernes, 23 de agosto de 2024

Las arenas del cielo. (así ha sido y será). Rafael González Serrano. (Celesta)



 

Las arenas del cielo. (así ha sido y será). Rafael González Serrano. (Celesta)

“Quiso ser luz, y contra la luz se rebeló”, del poema: Sobre la luz rebelde. Nadie existe más fuerte que el Todopoderoso. Es el primer verso de este poemario luminoso de una sutil mística. Encontramos rebeldía ante lo que yo diría el silencio de la divinidad. “Y vagaré, maldito, aullándole a los planetas lo arbitrario de mi destino”. El poeta se sumerge en las aguas de la mitología sumeria, con el poema titulado: El viaje de Enkidu. El mito es realidad, nos dice Mircea Eliade. “Me creó la diosa Ninhursag con arcilla dotándome de una condición agreste”. El poeta se convierte en soberano y así lo canta. “Rebelde o benefactor, te alcanzó así mismo el castigo”, del poema: Castigo y restitución. Rafael González bebe del hontanar cristiano y del manantial de mitología griega. En las alas de la arrogancia encontramos soberbia, caída y mofas: “no te eleves demasiado pues los rayos del sol podrían derretir la cera que ensambla las plumas”. El poeta se enfrenta a La prueba arbitraría: “más que un premio a tu virtud es el reconocimiento de una atrocidad”. Y me pregunto: ¿cuántas injusticias sufrimos en la vida? “Grande fue su alborozo/ entre alabanzas y gritos;/ del enemigo el terror, / que así pudo ser vencido”. Versos de una heroicidad contra un tirano. En El fuego justiciero nos advierte de seguir con honestidad al Hacedor. Morir entre columnas y la nueva alianza con Él. El peso de la culpa y ser temeroso de mi Señor. El ángel del Señor no abandona al piadoso: “Y les curé pues no en vano mi nombre es el de la salvación divina”. El arte de la guerra: “La guerra es el principal instrumento para conseguir la paz”. En el filo de la danza: “…como si con mi danza fuera a recibir/ en bandeja la cabeza de un hombre”. Las tentaciones: “Pero todo ello es contrario a servir al Señor”. La gracia espléndida: “Y quien combate a la estéril muerte”. La cadencia de las horas: “Es la espera marcada para saber que el destino es un preciso final”. El borde de la orilla: “cuando la boca del ocaso decide engullirnos”. Los signos de la vida/muerte: “…y la eternidad es un misterio que ignoramos”. Al filo de la hora: “Espero el alba, que será mi ocaso”. Latidos de espera: “Y te grito en silencio para mis entrañas: “lucha”. Las llamas creadoras: “Pero mienten; mis enemigos intentan manchar mi nombre para negar mi soberanía”. Las crines de la estepa: “Ante el fuego, con las ramas crepitantes, satisfarán su fatiga con el botín de sus capturas”. Descargos del felón: “Que no es felonía, que es justicia, librarlas del agresor a mi ciudad y señora.” Las arenas del cielo: “Somos un pueblo sin fronteras que vaga por las arenas del cielo”. El sudor del acero: “El anhelo nuestro solo habita en el corazón de los que aspiramos – aún a sabiendas de su imposibilidad – a la condición de los dioses”. El cabello salvador: “Y, sobre todo, que me salvé a mi mismo tirando de mi caballo hacia arriba para no hundirme con mi cabalgadura en una ciénaga”. Más allá: “Reanudamos nuestro rumbo” … El poemario en prosa poética consta de tres partes. 


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