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“Devorábamos pan con
poesía. Nuestro mundo era el dolor, pero también era la belleza. Y todo aquello
que es bello e ideal es poesía”, Mircea Cartarescu.
Estuvo
muy bien el recital y el encuentro, todos los que asistieron muy majos, cada
uno con su matiz de originalidad. Un gran momento de paz. Gente sencilla que te
premia con su generosidad. Ellos son sentimiento puro y no hay frialdad. Es un
lugar extraordinario donde compartió sus poemas, pocos sitios así encontró o
encontrará. Fue en la Sede de ADIEM de Orihuela. La casa de todos ellos. Lo que
duró el recital y la conversación que entablaron se paró el tiempo y se
olvidaron de los problemas y el sufrimiento. Le piropearon con que era un
artista y un señor. Todos ellos recitaron un poema de Arcano, Alborada,
Libertas y fue asombroso. En ellos veía genialidad, peculiaridad y abiertos
a una amistad verdadera. Julieta estaba muy contenta y felicitó a Liberto. Fueron
de visita a la Casa Museo de Miguel Hernández con dos amigas. Como esponjas
adsorbieron su vida y obra. El poeta del dolor, del sufrimiento y de la pena.
Escucharon con atención al guía turístico. La casa familiar para la época tenía
valor por cómo fue construida. La familia de Miguel no era pobre, sin embargo,
eran humildes. Julieta y Liberto se hicieron fotos, algunas de ellas pensaron
bien que servirían para la publicación de un nuevo libro. ¡Cuánta magia estaban
viviendo! Julieta estaba ilusionada como una niña pequeña. Libero leyó un poema
de Miguel y lo escucharon un grupo de turistas. ¡Fue fantástico! Era una
calurosa mañana de verano que parecía que estaban sufriendo una tormenta solar.
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“Pero en el fondo el poetizar es una herida siempre
abierta donde se desahoga la buena salud del cuerpo”, Cesare Pavese.
El
Antiguo Régimen surgió de las ideas de los revolucionarios liberales. Con la
destrucción nacía una nueva época. Europa fue decisiva para el cambio: Las
revoluciones se produjeron a ambos lados del Atlántico: la americana, la
industrial y la francesa. Así hemos llegado a nuestra etapa histórica actual. El
pensador inglés John Locke defendió la necesidad de un contrato con
gobernadores y gobernados, dijo la pequeña revolucionaria Penélope.
Ay, mi pequeña revolucionaria, ríos de sangre y tierra de
podredumbre por revoluciones cruentas. Hoy un buen sonido, una palabra bonita,
una imagen preciosa puede ser una revolución. Tenemos que revolucionar nuestro
interior para cambiar nuestro trozo de mundo, nuestro trozo de universo. Aunque
con una revolución incruenta, dijo Liberto.
Sabes que no quiero derramamiento de sangre. Soy feliz,
porque vivo y dejo vivir. No le complico la vida a nadie.
Así estamos los dos. Así vivimos. He saboreado el lado
oscuro. He sufrido mucho.
Pero, ahora no estás solo, me tienes a mí.
Y tú a mí. Quiero hacerte feliz. Últimamente me refugio en
el rock.
Apuesten por el rock and roll, dice el cantante.
Soy feliz con un poema hondo, con una película bella y
dramática y la buena música.
Así la herida duele menos. Es menor el sufrimiento. Tú me
das vida.
Y tú me has robado el alma, dijo Liberto.
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“…pero escribir no es
una profesión, sino una especie de maldición…”
Reinaldo Arenas.
José, el escritor, le
interesaba la obra poética y narrativa de Liberto, le daba consejos, le animaba
a pulir (sobre todo en narrativa) sus textos, sus diálogos… que dejase en un
cajón la novela que estaba escribiendo y pasado un tiempo volviera a trabajar
con ella. José, el escritor, evocaba sus años de estudiante de Filología
inglesa mostrándole cómo lo hacía él. Solía enviarle artículos de interés a
Liberto. Este los leía y en más de una ocasión le servía para escribir. En
ocasiones se juntaban los amigos literatos en tertulia y hablaban de religión y
literatura. José, el escritor, estaba muy interesado en el mundo de los
sumerios, los fenicios, los persas… Leía con fruición a autores del sufismo.
Todo lo cultura de la ciudad y de España le gustaba, la adoraba. Liberto
escuchaba con atención a José, el escritor, y le hacía caso. “Una persona que
no escucha a otra es peligrosa”, dice Ken Follett. José, el escritor, admiraba
la Fiesta de Moros y Cristianos y la Semana Santa. No le gustaba estar toda la
madrugada con el cubata en la mano perdiendo el tiempo. Ambos tenían fervor por
la Hermandad del Silencio. ¡Admirable El Cristo del Consuelo! Con mucha fe
andaban por las calles de la ciudad en medio de la oscuridad. Escuchaban y
hablaban a Dios en el silencio de la noche.
La más bella injusticia es la vida misma, es madre y
madrastra al mismo tiempo. El mal y el sufrimiento que se ahoguen en leteo. ¿Por
qué escribo?, se preguntó Liberto. U otros se lo han preguntado. Pues escribe
porque está a favor del amor y en contra del mal. Lo primero que escribió de
niño fue basándose sobre el peligro que sufrían san José, María y el niño. Se
percató del peligro que sufrían huyendo a Egipto y lo mejor que pudo hacer era
dedicarles su primer poema canción. Pasó por una primera etapa muy emocional,
sentía mucha pasión a la hora de escribir y no corregía fríamente el texto
narrativo o el poema. En su segunda etapa escribe y corrige lo que escribe, es
apasionado escribiendo y frío como un tempano para pulir el texto narrativo o
el poema. Pero camina ahora en esta larga inversión que es escribir por su
tercera etapa. Antes de ponerse a escribir lee a otros autores o escribe menos
y más despacio, esto es debido después de haber escrito mucho y está deseando
leer a otros escritores o filósofos, pues se niega a ser un intruso en el mundo
de la gran y fascinaste literatura. ¿Leer a filósofos? Por supuesto. “Pues
que ningún filosofo se ha realizado como tal sin ser un gran escritor”, escribió
María Zambrano. “Escribir es una enfermedad”, dijo Charles Bukowski. Sus
amigos literatos y Liberto soñaban con sus proyectos literarios mientras la
vida los llevaba por el camino de la paradoja más cerca o más lejos para
materializar sus deseos.
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El poeta José Hierro veía en
la actividad poética: "la tarea cicatrizadora / de restañar con
palabras nuevas / las heridas antiguas".
Penélope
en ocasiones lloraba, cuando estaba débil y saturada. Liberto no se podía
concentrar con sus lágrimas, pero las prefería, para que ello no fuera un
infierno como En Un Mundo Feliz. En cambio, Liberto se cabreaba, estaba de mal
humor cuando era esclavo de alguna injusticia. Dios nos ha dado la libertad de
la vida. Somos libres. Pero hay cosas que no podemos controlar, nos hacen daño,
sufrimos, es una verdadera injusticia. Los dueños del mundo gobiernan a los
hijos de la luz. Liberto después de estar confinado en su casa, decidió ir
todos los días a la biblioteca dos horas: leía la prensa, el suplemento
cultural y libros. Sobre todo, leía mucha poesía. Cuando estaba en la
biblioteca le gustaba observar el fondo local: ahí estaban los libros de sus
amigos literarios, de otros que no conocía y de él. Sentía alegría y paz, después
de perseverar en este inmundo. Unas cuantas veces se ha tropezado en el Templo
de la Sabiduría (que es la biblioteca) con otros literatos de la ciudad que
conoce menos y amigos. La actividad de leer y escribir le daba equilibrio, le
daba paz. También hubo un tiempo que hacía fotos y quería volver a hacerlo.
Andar por la huerta como hizo de niño. Su infancia son recuerdos del olor del
azahar y los vuelos y los nidos de las aves. Julieta quería llevarle a él y a
Penélope a visitas guiadas de la cultura de la ciudad. Para Liberto no existe
lugar más hermoso y hondo para vivir y morir. Su ciudad era su baluarte para su
alma sensible. La fortificación de su corazón enamorado y sencillo. Sus amigos
literatos también lo consideraban así, aunque eran más críticos. Quien se
escapaba más de la ciudad para respirar más libertad era Miguel Lapierre. Sin
embargo, ¿Quién no quiere a su tierra? Las heridas se olvidan y se lanzan al
mar. Y las alegrías se celebran con el brillo de la luna y el tintineo de las
estrellas en la reconfortante oscuridad de la noche.
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