Manuel Miranda Abolafia. Retrato
de un horror. Homenaje.
"El sentido común
nos dice que las cosas de la tierra existen sólo muy escasamente, y que la
verdadera realidad está únicamente en los sueños",
Michel Foucault
1
Tiempos convulsos y nada
liricos. Violencia. La palabra violencia no es poética. Cuando estuvo operativo
en el Norte Manuel Miranda Abolafia, entonces, ya habían asesinado al guardia
civil de Tráfico Pardines. Se produciría el asesinato de Carrero Blanco. Al
dictador Franco le quedaba poca vida. “El lobo” merodeaba por las entrañas del
enemigo. Llegaría el periodo inicial de la Transición y democratización de
España. Debido a un decreto en 1977 hubo una amnistía volviendo a las andadas los
enemigos con sed de sangre y queriendo extender el terror. Pasaríamos de una
dictadura a una democracia aprobada la Constitución de 1978. Sin embargo, el
problema de la violencia del enemigo no cesó atacando también a nuestras
libertades democráticas. Manuel Miranda no cejaba ante el peligro antes de la
llegada al poder de Adolfo Suarez.
Nuestro protagonista Manuel
Miranda estuvo en San Sebastián destinado en un cuartel junto la playa de
Ondarreta recordando hoy hay unas pistas de tenis. Estaban unos doce Guardias,
un Sargento y un Cabo y un comandante Brigada. En el puesto en el que
desempeñaba sus funciones recuerda que su capitán de la compañía se apellidaba
Limón resultando ser un tanto maniático que los tenía a todos amenazados y enloquecidos.
Rememorando un buen día, de pronto en el cuartel sobre las dos de la tarde los
quería más o menos corregir a todos, pues vio una bandera en la costa del monte
Ulia. Exuberante belleza de la naturaleza, sin embargo, el sentimiento es
triste en el norte. Cómo era posible que las patrullas de costa no se habían
dado cuenta de la tal bandera por lo que los hizo subir a aquella zona horrible
pudiendo sacar entre las frondas, la maleza y rocas aquel grandioso poste con una
bandera, entre cuatro Guardias la bajaron al Cuartel. Allí se quedó y cada
compañero marchó para su casa cuando a la hora de aquel suceso los llamaron de
nuevo urgentemente, resulta que aquella bandera indicaba el final de las
regatas que se celebraban por esa época, de nuevo los pocos guardias libres colocaron
la dichosa bandera. Este señor nos tenía tan aburridos que en el puesto temíamos
por su soberbia, con otra manía de fijarse si el tiempo amenazaba con lluvia o
llovía y teníamos la esclavina seca nos echaba la bronca así como tener que escribir
el artículo de la disciplina no sé cuántas veces que llegando el momento de salir
a patrullar a pie de noche con chirimiri extendían la dichosa esclavina sobre
la arena de la playa para que se mojara y ellos se ponían a cubierto bajo las
sombrillas de paja para no mojarse y el compañero Capitán no notara nada. En
fin, Manuel Miranda recuerda aquellos sufridos años que ahora respira un poco
de paz, aunque sigue la amenaza del terrorismo, tenían una gran demarcación de
playa desde el monte Igueldo recorrían la playa Ondarreta, La Concha y finalmente
el monte Ulia. Otra vez la naturaleza tan bella. Todas las noches pasaban por
unos aparcamientos bajo la playa la Concha intercambiaban impresiones con el
vigilante, sin embargo, esta vez decidieron pasar de largo dirigiéndose
derechos hasta el Paseo donde hay un gran criadero de peces, entonces, desde allí
se llevaron la sorpresa cómo reventaron los aparcamientos con el fragor de la violenta
bomba que pusieron la cual supieron que estaba preparada para Manuel Miranda y
sus compañeros. El enemigo les acechaba con mucho peligro y ellos resultaban
ser inermes. El peligro hubiera podido consumarse con la muerte.
2
Miranda vivió la aspereza del
franquismo y los duros años del terrorismo de los años de plomo. Los años de
plomo fueron terribles, duros, temibles. Los guardias civiles iban con su
uniforme como era normal, mientras tanto el enemigo vestía de paisano, no
sabían quién podía portar un arma y querer atentar. Igual mataban por la
espalda que cara a cara. Por ejemplo: “pedían la documentación a una persona cualquiera
y te sacaba la pistola para matarte”, cuenta Manuel Miranda. Angustiado,
incluso, ahíto rememora el terrorismo de los años de plomo. Lamenta no haber
percibido alguna compensación por parte de los distintos gobiernos.
Manuel llegó a tener de mando
a Tejero (llegó a ser teniente coronel); de él dice que era muy militar, tenía raigambre
militar sin lugar a dudas. Tejero protagonizó el golpe de Estado el 23F. A esto
comenta Manuel que los guardias únicamente cumplían órdenes. Trabó amistad con
el director general de la Guardia Civil Luis Roldan. Dice muy convencido que
era buena persona. En su caída por robar, Miranda, haciendo justicia afirma que
no fue el único que metió la mano a la caja del dinero público. Se comentaba
que un general de la guardia civil escondía su coche que tenía; un mercedes. Apareció
muerto. Se hablaba de suicidio. ¿No es verdad que ciertos suicidios son en
realidad asesinatos encubiertos?
Manuel compara la época de la
dictadura y la democracia: antaño nos tenían miedo, ogaño nos hieren. Delincuentes
de hoy golpean a agentes de la autoridad. Hay guardias que no quieren trabajar
en Tráfico, lo ven bastante peligroso. El peligro de los narcotraficantes que
representa la muerte de nuestros guardias. Ahora que la Guardia Civil admite a
mujeres la disciplina es menos dura.
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