6
Liberto sentía una profunda
añoranza, sufría una incontrolable nostalgia por los años felices vividos y
extinguidos. Recuerda cuando fue libre en esta vida maltratadora que se había
convertido, en un mundo transformado hostilmente. Vivía en una cárcel invisible,
sobrevivía mas bien en una prisión mental. Liberto pensaba que ya de niños
somos esclavos ante la incomprensión de los mayores, el peligro a temprana edad
de jóvenes violentos, el sufrimiento por el desamor, la mala suerte o las primeras
injusticias, lo efímero de la felicidad, con sus momentos felices fugaces o la
falsa felicidad. La divinidad nos regala momentos buenos y memorables. Somos
toreros ante la vida, toreamos al miedo. Haciendo cosas con miedo, pero
haciéndolas, solía decirle Julieta. El cansancio del paso del tiempo que hacía
mella, la lucha contra la locura o contra la muerte. En manos de la tristeza
intentamos no sucumbir, anhelando la esperanza. Mientras tanto cogiendo fuerzas
con el arrobamiento, dejarse abandonar espiritualmente. Encontrando la alegría
en las pequeñas cosas. Sin embargo, Penélope no era tan pesimista y arrojaba
luz a Liberto. Ella le daba el cariño que necesitaba un guerreo o soldado
exhausto. Haberla conocido le ofreció paz, tranquilidad, armonía y quietud. Sus
amigos literatos creaban, escribían, desde el dolor y la alegría como él. Las
noches eran mágicas: leyendo y escribiendo mientras la ciudad dormía. El alma reposaba
en una inusitada calma. Ya llegaría el ruidoso día, sería bienvenido Liberto a
la jungla de asfalto para otra batalla casi fratricida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario