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Penélope
y Liberto enamorados.
Nuestro
amor prístino no adolece. El crepúsculo en compañía es más enriquecedor, uno se
llena de abundante ataraxia. No jimplas nunca mi amada, cabalgaremos sobre
nuestro caballo pinto toda la noche hasta que contemplemos el amanecer. El
cielo fecunda amor, embebamos nuestro amor para que sea igual de grande. Que
nuestra vida no languidezca, la muerte acecha; pero no existe. Escondidos en la
arboleda cuando llegue la alborada hagamos el amor. Vayamos al claro del bosque
y contemplemos los aplausos de los ángeles y la envidia de los demonios. Nos
durmamos en las frondas hasta la próxima noche y recibamos el relumbre de la luna
reinando con ella las estrellas, y que reverberen nuestras almas. Lo verdadero
de nuestro amor nos ofrece la libertad verdadera. ¿Qué ha sido de la amistad
joven cuando te conocí, sino que se encuentra en el recuerdo a años luz en
nuestro interior o universo? Desaparecen los amigos de antaño abducidos por
agujeros negros de la fría realidad. Aunque en un fortuito encuentro la amistad
sigue intacta e inmaculada. En todas partes está Dios, desde los albores, amor
venero, amores entre azahares, todas las mañanas del mundo cual rocío experimentamos
en nuestro interior, el alma cual carta náutica navega un mar de amor, mas la
divinidad protege. Oh Mediterráneo, oh Levante son los nombres de nuestro
nacimiento. Somos sureños de sentimiento ardoroso. Penélope eres un faro que me
ilumina en los vaivenes del mar proceloso. En el mar sereno, brillante y
resplandeciente, nuestro amor viaja de confín a confín, avistando tierra para
echar raíces y procurar ofrecer frutos de amor. Sin embargo, me forjé como buen
marinero mediante el mar embravecido. Oh Penélope sufriríamos de atrición si no
nos amaramos. Que nuestro deseo no sea mundano, banal ni hedonista. Todo lo
complicado de la vida, su urdimbre y herrumbre se destruirán en mil pedazos. El
alma errante por el ocre desierto se liberará en el eminente día. ¿Qué es sino
la vida un deseo, un querer y no poder? ¿Se puede conseguir lo sublime, lo
extraordinario en esta vida con la fe? ¡Qué dolor más lacerante debido a la
pérdida de mi padre! No sé lo que le quedará de vida a mi amada madre. Una honda
incertidumbre me atormenta. Añorada libertad de la buena y perfecta inocencia y
de la sana adolescencia. ¿Tenemos miedo a la libertad? ¿No queremos
independencia, autonomía? ¿Perdemos libertad al tener fe? ¿Tenemos miedo a los
demás? Se preguntaban Penélope y Liberto.
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