viernes, 11 de marzo de 2022

Azotea

 

Era invierno. A las ocho ya estaba de noche. Era la hora en que cenaban la recién pareja de casados. Las cerraduras de la puerta estaban cerradas. Solo una de ellas se podía abrir por fuera. Fue un calculo de seguridad que tuvo el marido. Su enemigo lo sabía. Vivian en un tercer piso. Era un barrio tranquilo rodeado de edificios. A las diez de la noche ya estaban en su dormitorio, al día siguiente trabajaban.

No había gente en la calle. Cada media hora pasaba la policía por el barrio. Eran las dos de la madrugada. Una persona vestida de negro y con pasamontañas abrió la puerta del edificio. Cogió el ascensor para ir a la última planta, luego subió las escaleras para llegar a la puerta de la azotea que pudo abrir sin dificultad. Desde la azotea se deslizó hacia abajo con una cuerda por el patio de luces hasta el tercer piso donde dormía el joven matrimonio entrando por la galería. Nadie le vio. Estaba oscuro y en silencio. Llegó hasta el dormitorio y con su arma con silenciador los asesinó descerrajándoles varios tiros. Enseguida salió por la puerta del tercer piso y la cerró con su llave maestra. Salió a la calle y quiso llegar hasta su coche. De repente llegó una patrulla de la policía.  

Ja, acabo de asesinar a esa pareja de jóvenes que tanto odiaba, sí a esos del tercer piso y los capullos de la policía no lo saben, no se enteran de nada, pensó.

De repente sonaron las sirenas de la policía. Salieron los dos agentes.

¡Alto! ¡Contra la pared! ¡No se mueva!

El hombre de negro no se lo creía.

¿Qué ocurre? ¿por qué me detienen?

Acaba de asesinar a un joven matrimonio.

¿Cómo? Yo no he hecho nada.

Le pusieron las esposas. Fueron los agentes y el asesino al tercer piso. Esperaron a que llegara el juez y demás policía.

No tuvo escapatoria. Yacían en la cama en un charco de sangre los cuerpos asesinados delante de sus narices.

¿Cómo me habéis descubierto?, dijo el asesino.

Es secreto, dijeron los policías.

Cuando terminó el juez se lo llevaron a la comisaría y lo metieron en el calabozo a la espera de su abogado.

Los agentes se quedaron solos.

No saben que tenemos un aparato en todos los coches de policía que lee la mente de las personas.

Lastima que no le hemos visto antes. Aunque éste va a pasar a la sombra mucho tiempo.

Francisco José Blas Sánchez     

 

 

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