miércoles, 24 de diciembre de 2025

Apuntes sobre la pintura de Guillermo Bellod Lucas

Apuntes sobre Guillermo Bellod.

La luna plateada ofrece luz de plata iluminando a uno de los mejores reyes de España como lo fue Carlos V, calzadas romanas expandieron el cristianismo del Sacro Imperio Romano que tintinea junto a las estrellas elevado en lo celeste, la equivocada leyenda negra no destierra al olvido a Cristóbal Colón prisionero llegó a España después de descubrir el nuevo mundo: América. Resplandeciente en lo celestial. Luna plateada acompaña en la soledad de la noche, ilumina sueños, mientras el pintor Guillermo Bellod con su pincel en ristre materializa la libre imaginación, plasma ensueños sobre el lienzo siendo la realidad del artista alimentando su pensamiento y sentimiento. La frágil carabela hizo robusto el descubrimiento, el canto de las sirenas es sincero mientras flotan en el cielo y el clero ofrece su buena noticia mientras truena entre soldados y armas en un fulgor de fraternidad silenciando el fragor de lo desconocido iluminando las noches por la luna dueña de locos muy cuerdos y soñadores de una realidad quijotesca la cual es únicamente real.  

Desvanecimiento en la decadencia perdiendo la fortaleza. El pintor se abraza a esos senos deseados, a la amada idealizada, pareciera que se abrazan ante la debilidad, el amor no es altanero ni soberbio, el enamoramiento no entiende de orgullo ni vanidad, desfallecimiento ante la cruda realidad de vértigo. Deseada el alma y anhelado el cuerpo de la amada mientras el alma quiere alimentarse de la carne de ambrosia en un desmayo cual profeta o Mesías frente a falsos profetas buscando la promesa del paraíso. Cabalga el jinete enamorado a Rocinante en lo alto de la montaña esperando al alba soñando con Dulcineas que miran a los ojos hablando de amor en silencio. El camino es el caminante que sigue la estela de los precedentes y referentes pintándolo mejor que algunos, aunque Guillermo es un pintor excelso. La mejor arma es su pintura que a bocajarro te habla de amor y quimeras, él es cuando pinta, es real, el resto del tiempo es un personaje.

La ciudad duerme, entretanto el artista trabaja rodeado de musas y ánimas, en el silencio crea un estruendo sueño con la proeza de un dios, el pintor huye de la urdimbre, se aleja de la herrumbre y podredumbre ignorancia ante el sentimiento enriquecido por mor al arte en aras de una mejor humanidad. El sufrimiento le humaniza. Y nuestro artista al despuntar el día pasea por las calles de la ciudad, se deleita de la algarabía de nuestras gentes inspirándose de sus almas y en silencio nos regala su pintura. Declina el día observando el crepúsculo. Quiere pintar el cielo, sin embargo, es finito y limitado, mientras su pensamiento y deseo son de un gigante.

Nuestro artista se acuesta en medio de las fieras que son mansas ante su mansedumbre. Y la amada es una Oropéndola que vuela en lo alto de las cumbres mientras custodia la ciudad. Él imagina el vuelo de la libertad leyendo. Pinta y lee. Son dos trabajos en su oblación a la divinidad. La muerte quiere cortejarle, pues sabe que es un enamorado, la torea como verdadero torero, soñando despierto, deja de leer, volviendo al lienzo pintando matices de vida. Lo banal para Bellod es prescindencia. Ganando el mundo sin perder su alma. Los halagos le dan fuerza para seguir su humilde tarea. Medita en su corazón los aplausos. Como un relámpago que no cesa cruza de Orihuela hasta Nueva York. En sus manos agarra el mundo, sus ojos otean el horizonte lleno de vida. Plasma en el lienzo la reconquista de la vida. Lee y una frase bella y honda le inspira un cuadro eminente.

Texto publicado en El León Verde. Guillermo Bellod Lucas, de Pepe Aledo.



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