Apuntes sobre Guillermo
Bellod.
La luna plateada ofrece luz de
plata iluminando a uno de los mejores reyes de España como lo fue Carlos V,
calzadas romanas expandieron el cristianismo del Sacro Imperio Romano que tintinea
junto a las estrellas elevado en lo celeste, la equivocada leyenda negra no
destierra al olvido a Cristóbal Colón prisionero llegó a España después
de descubrir el nuevo mundo: América. Resplandeciente en lo celestial. Luna
plateada acompaña en la soledad de la noche, ilumina sueños, mientras el pintor
Guillermo Bellod con su pincel en ristre materializa la libre
imaginación, plasma ensueños sobre el lienzo siendo la realidad del artista
alimentando su pensamiento y sentimiento. La frágil carabela hizo robusto el
descubrimiento, el canto de las sirenas es sincero mientras flotan en el cielo y
el clero ofrece su buena noticia mientras truena entre soldados y armas en un
fulgor de fraternidad silenciando el fragor de lo desconocido iluminando las
noches por la luna dueña de locos muy cuerdos y soñadores de una realidad quijotesca
la cual es únicamente real.
Desvanecimiento en la
decadencia perdiendo la fortaleza. El pintor se abraza a esos senos deseados, a
la amada idealizada, pareciera que se abrazan ante la debilidad, el amor no es
altanero ni soberbio, el enamoramiento no entiende de orgullo ni vanidad,
desfallecimiento ante la cruda realidad de vértigo. Deseada el alma y anhelado
el cuerpo de la amada mientras el alma quiere alimentarse de la carne de
ambrosia en un desmayo cual profeta o Mesías frente a falsos profetas buscando
la promesa del paraíso. Cabalga el jinete enamorado a Rocinante en lo alto de
la montaña esperando al alba soñando con Dulcineas que miran a los ojos hablando
de amor en silencio. El camino es el caminante que sigue la estela de los
precedentes y referentes pintándolo mejor que algunos, aunque Guillermo es un
pintor excelso. La mejor arma es su pintura que a bocajarro te habla de amor y
quimeras, él es cuando pinta, es real, el resto del tiempo es un personaje.
La ciudad duerme, entretanto
el artista trabaja rodeado de musas y ánimas, en el silencio crea un estruendo
sueño con la proeza de un dios, el pintor huye de la urdimbre, se aleja de la
herrumbre y podredumbre ignorancia ante el sentimiento enriquecido por mor al
arte en aras de una mejor humanidad. El sufrimiento le humaniza. Y nuestro
artista al despuntar el día pasea por las calles de la ciudad, se deleita de la
algarabía de nuestras gentes inspirándose de sus almas y en silencio nos regala
su pintura. Declina el día observando el crepúsculo. Quiere pintar el cielo,
sin embargo, es finito y limitado, mientras su pensamiento y deseo son de un
gigante.
Nuestro artista se acuesta en
medio de las fieras que son mansas ante su mansedumbre. Y la amada es una Oropéndola
que vuela en lo alto de las cumbres mientras custodia la ciudad. Él imagina el
vuelo de la libertad leyendo. Pinta y lee. Son dos trabajos en su oblación a la
divinidad. La muerte quiere cortejarle, pues sabe que es un enamorado, la torea
como verdadero torero, soñando despierto, deja de leer, volviendo al lienzo
pintando matices de vida. Lo banal para Bellod es prescindencia. Ganando el
mundo sin perder su alma. Los halagos le dan fuerza para seguir su humilde
tarea. Medita en su corazón los aplausos. Como un relámpago que no cesa cruza
de Orihuela hasta Nueva York. En sus manos agarra el mundo, sus ojos otean el
horizonte lleno de vida. Plasma en el lienzo la reconquista de la vida. Lee y
una frase bella y honda le inspira un cuadro eminente.
Texto publicado en El León
Verde. Guillermo Bellod Lucas, de Pepe Aledo.

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