Celebro el equinoccio de
primavera. Me dejo llevar por la belleza de los umbríos parques, me deleito por
la huerta olvidada, subo la montaña majestuosa para contemplar la ciudad tan
amada. Observo las ruinas de aquel castillo fortificado que antaño fue glorioso.
Entristecido camino por la ribera del río condenado a muerte debido a la
contaminación. Ya son menos los vuelos de la abubilla. El correteo por el
huerto de las alondras. Artemisa quiere que disfrutemos más de la naturaleza.
Desea abrazarse a los árboles. Dejarse embriagar por el polen. Ella semidesnuda
se relaja en las frondas mientras yo silente la observo y pienso en el milagro
de la naturaleza que está en peligro.
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