lunes, 13 de febrero de 2023

Una mujer llamada Cristina

 

Su primer amor se llamaba Cristina. Con ella sintió su cuerpo alimentando así el alma. Liberto caminó por su primera experiencia amorosa desde la lejanía con la incertidumbre, acompañándole el miedo y la timidez, acercándose desde la fría soledad encontrando, tras los pasos, confianza y empatía, hasta llegar, al final del tramo andado, en compañía de un calor fundido los dos en una sola llama. En la dualidad de un idilio hay cabida para todo. Cristina era un tanto traviesa, haciendo pasar verdaderos suplicios a Liberto. Pero era una mujer muy generosa sexualmente, produciéndose momentos inolvidables que compensaban. Su madre se preocupaba en que su hijo no se cegara. Pero sin duda era un amor verdadero. La vida los separó físicamente, aunque en sueños y pensamientos estaban unidos. Ambos se soñaron. “He soñado contigo”, le dijo en cierta ocasión Cristina. Pasaba el tiempo y no coincidían. Una noche de farra Liberto la vio bailar en un pub, vestía de novia, se había casado, sin pensárselo se dirigió a ella, se saludaron, se dieron un par de besos y bailaron juntos una canción de amor. Cristina le miraba a los ojos y Liberto guardaba silencio. Te deseo que seas muy feliz, dijo Cristina.  

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