Al principio del siglo XX en España sigue las tendencias europeas y se caracteriza por una crisis de valores. En el arte lleva a la ruptura con las tradiciones heredadas, tanto en las actitudes de los artistas como en sus temas y en sus formas de expresión. Esta actitud de ruptura no se manifiesta en una corriente única, sino que tiene tendencias diversas que los artistas eligen y combinan libremente. De todas ellas, la que más influencia tiene en la literatura es el simbolismo, ya que da expresión a la subjetividad del artista, a su originalidad, que son valores considerados esenciales en el arte.
Sin embargo, tradicionalmente la crítica divide a los autores españoles de este periodo entre modernistas y generación del 98, en realidad todos ellos pertenecen a una misma generación de fin de siglo. Sus autores viven en España que está inmersa en una grave crisis social y política y se implican en sus posibles soluciones desde una ideología regeneracionista. No se puede hablar de un conjunto ideológico articulado, sino de muchas obras que desean mostrar los problemas como paso hacia posibles soluciones.
Valle – Inclán es uno de los autores más innovadores de este período. Su obra empieza dentro de
una corriente esteticista donde recrea mundos pasados, sin embargo, pasa pronto
a retratar la sociedad de su época bajo un prisma deformador que resalta sus
aspectos más degradados y grotescos (el esperpento). En el aspecto formal tiene
un prodigioso dominio del lenguaje y una extraordinaria capacidad para ir más allá
de los límites habituales para los géneros, mezclando sobre todo teatro con novela.
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