Nos volveremos a ver.
Angustiosa y trágica noticia
de un invisible demonio
llamado enfermedad
que en un tu último anochecer, padre
mío
te arrebató cruelmente tu vida
dejándonos a todos los que te querían
una gran herida
con la esperanza que también fue la
dulce llamada
de un Amigo tuyo que en tu vida tanto
admirabas.
Rayo de tormenta
atrapados los corazones que te quieren
lloran encarcelados en medio de la
tempestad
en el diabólico sufrimiento
de tu ida, porque te vamos a echar
mucho de menos.
Tinte de alegría en este gris día:
porque nadie duda
que en el paraíso descansas:
por tus cometidos hechos
en esta diabólica y divina vida.
Con tranquilidad podemos descansar
todos nosotros
porque tu viaje es al merecido y bello
paisaje lleno de eterna ventura.
El 15 de octubre de 2002
nuestro peor día de nuestra vida.
Desde hoy miro al cielo y aunque es el
mismo
lo siento y lo veo distinto
creo que desde allí nos observas y
ayudas
y cuando estoy solo, tu compañía noto.
En el doloroso hasta luego, estábamos
todos:
repleta la Iglesia de las Salesas
no cabía más de tu gente en ella
muchos esperaban fuera.
Ha sido un símbolo tu muerte:
de tu humildad, sencillez, entrañable
corazón
firme creencia cristiana y católica
para toda la humanidad de tu trozo de
mundo y vida.
Todos orgullosos de ti te honramos.
¡Padre mío, amigo mío, hermano mío!
A pesar de las lágrimas
del amargo dolor por tu perdida
e inmerecida ausencia
gritamos todos en silencio
desde nuestro herido interior
en esta efímera despedida
esperando al eminente día:
todos te decimos hasta más ver.
Francisco Ramón Blas Jara,
“Hilario”,
¡Padre mío, amigo mío, hermano mío!
Nos volveremos a ver.
Francisco José Blas Sánchez
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