sábado, 10 de agosto de 2024

El Reino de los Cielos (Capítulos 15 al 18)

15

Como dijo el escritor francés Stendhal, «el amor es una flor que crece junto al abismo»

La poesía es el amor de Penélope y Liberto que podría fracasar. La poesía nace del cosmos y se trasmite mediante el espíritu. La poesía son los hombres y mujeres que custodian la ciudad en la madrugada. La poesía son los que preparan las calles. La poesía es el camión de la basura en una noche silenciosa. La poesía es un hombre desvencijado que halla un tesoro en el contenedor de la basura que alguien lo ha desechado. La poesía es una ambulancia que como un rayo cruza la ciudad mientras se apartan los coches. La poesía es un jornalero o una obrera trayendo dinero y pan a sus hijos. La poesía es una noche de paz, quizá navideña, mientras una madre tiene a su hijo en el regazo. La poesía es amistad, la poesía es amor. La poesía es un problema, algo acabado, algo que surge, incluso tristeza, porque hay belleza. La poesía es un cementerio porque sólo están los huesos, el alma vuela libre en la eternidad. El mundo está lleno de poesía. La vida misma es poesía. La poesía es el amor de Dios. La poesía son los silencios de quienes aman y basta con una mirada. La poesía es un pecador convertido. La poesía es un enemigo que desea ser tu amigo.

         

Se reunieron Penélope y Liberto en la biblioteca, más tarde comerían por ahí en algún lugar de la ciudad. Quizás en el gastrobar Villena.

Te voy a contar un secreto Liberto, dijo Penélope.

          Soy todo oídos.

.         Cuando amo a un hombre le miro con disimulo. Le observo con cuidado.

          Vaya. Interesante.

          ¿Y sabes qué pienso cuando hago el amor?

          Pues no sé. Ni idea.

          Yo como mujer no hago el amor, hago poesía.

          ¡Es cojonudo! Yo te diría que amar es un acto poético.

          A un joven o adulto que esté cansado, agobiado, abatido, incluso asqueado de la vida injusta y bella; y, del mundo anodino y bello, le diría que quedara y hablara con un buen amigo o una buena amiga. Pero, sobre todo, que se hiciera amigo de los libros. Se vive en la imaginación miles y millones de aventuras que sanarán tu alma, pensó Liberto.

16

“Los libros son el reflejo del alma”, Virginia Woolf

          Julieta estaba viviendo unas coincidencias sobre el cristianismo. La otra noche vio un documental sobre el síndrome de Jerusalén. Y una joven de la provincia de Alicante la va a canonizar el papa Francisco y a ella le dieron la información. Por un momento pensó en la casualidad, pero la casualidad no existe. Estaba viviendo la sincronicidad de Carl Jung. A Liberto le llamó poderosamente la atención. De repente el cielo se cubrió de nubes y disfrutaron de una agradable brisa a pesar del calor del verano. Liberto pensó en Dios. A ella la veía tan noble, seria, trabajadora, empática… no pararía de hablar bien de Julieta. Estaban reunidos en K Robert. Se unió Agatha de ADIEM que también escribe. Ella dijo a Julieta y a Liberto que en los talleres de escritura no enseñan a redactar. Añadió Liberto que uno aprende a escribir solo. Agatha recibía con gusto escritos que le facilitaba Liberto. Ella estaba escribiendo una novela romántica, con fantasía y misterio. Y le gustaba mucho la mitología.  

          ¿Has tenido algún caso de que una persona no pudiera leer por estar saturada?, preguntó Liberto.

          La verdad que no. No he conocido ninguna persona así, respondió Julieta.

          Yo cuando no puedo escribir, entonces, me pongo a leer vorazmente, dijo Agatha.

          Conozco a un tal Quique que fue precoz leyendo y al sufrir ahora la patología mental no puede leer. Creo que hay personas que están saturadas, cansadas y no tienen fuerza para realizar el esfuerzo de leer, sin embargo, tienen muchas ganas, dijo Liberto.

          ¿Y la de libros que jamás leeremos?, preguntó Julieta.

          En la otra vida lo leeremos todo, dijo Agatha.

          Toma Agatha te paso los primeros capítulos de mi tercera novela titulada: El reino de los cielos, dijo Liberto.

          Qué bonito el titulo dijeron la dos.

          Agatha era una mujer muy educada. Era fuerte como un roble y lista como un lince.

          Liberto se acordó de sus amigos literatos y cuando se unía Agatha a la conversación disfrutaban de la vida y de la literatura. A Julieta le gustaba mucho la filosofía.

          No sé el porqué de no estudiar bachillerato, pues yo escribo desde la adolescencia, dijo Liberto.

          Lo hubieras disfrutado mucho, comentó Julieta.

          Como dijo Max Aub: uno es de donde ha estudiado el bachillerato, dijo Liberto.

          Julieta y Liberto aconsejaron a Agatha que leyera a los clásicos de filosofía y ella aceptó encantada.

          Julieta y Liberto se miraron a los ojos al despedirse. Fue una mirada cálida y verdadera. Agatha se despidió con una gran sonrisa dibujada en sus labios.

 

17

“Es duro el amanecer para el inocente”, José Luis Zeron Huguet

          A Liberto le gustaba que la literatura fuera la vida misma, le encantaba que la literatura le hiciera reflexionar y, que reflexionara de la vida con todos sus matices. Había llegado el momento en la vida de Liberto en que quería y tenía que leer mucho, pues sufría de soledad, pero le encantaba la idea. José, el escritor, le dijo que había que leer mucho, escuchar mucho y hablar poco. Nuestra querida Elvira Sartre veía injusto que uno sea un privilegiado por vivir del arte. Miguel Lapierre lamentaba que no pudiera escribir novelas. Juan Manuel de Prada no pudo conseguir escribir poesía. Y J.P. no se sentía capaz de escribir narraciones, aunque escribe bien. Mamen Mistral se convirtió en una intrépida periodista y entrevistó a poetas excelentes cercanos a la generación Empireuma. Ella dice que es una loca muy cuerda. Luchar por los sueños es duro, la vida es dura, ciertos sueños se cumplen con amargas experiencias, pasado relativamente un tiempo. Después de la tortura de la mala suerte, de la frustración, del esfuerzo, de las pocas alegrías, amanece y los pasos son luminosos por una pequeña conquista. El trabajo del escritor es duro: tienes que leer y escribir mucho y, además se lee y escribe cuando uno puede y no cuando se quiere. Los amigos literarios de Liberto tenían buen olfato, eran buenos sabuesos literatos. Él recuerda de adolescente la solidaridad de Bono de U2, Pink Floyd y The Cramberries, por ejemplo. Con una voz y unos instrumentos estaban haciendo una revolución. Y escritores comprometidos como Dominique Lapierre transformaban el mundo, el Liberto adolescente quería ser como ellos. ¡Qué difícil es ponernos de acuerdo! Sin embargo, de vez en cuando surge la chispa y nos hacemos uno. Llegará ese día que al alba despertemos en un eminente día, después del último anochecer y, vivamos nuestra liberación alcanzando la iluminación.

El problema y la solución es el hombre. ¡Si todo hombre o mujer descubriera el verdadero tesoro! ¡Si todo hombre o mujer encontrara esa gran perla! Al alba despiertan los últimos, pequeños, descartados, desarraigados… Los pequeños que son guiados por la mano de Dios. Explotados y robados estos pequeños por los hombres de traje y corbata, fríos y calculadores, que como amigos entran y salen del reino de Belcebú, legión de demonios y lobos que acechan al hombre, chupando la sangre a los oprimidos, vampiros que cortejan a mujeres bellas, buenas y enamoradizas, ¿qué es más importante el amor o el sexo? Liberto y sus amigos estaban cansados de los enemigos que son amigos del maligno y plantan cizaña. Sin embargo, nada está perdido, el mal hace mucho ruido, pero hay mucho bien, personas bondadosas que no viven para ellos mismos, no son egoístas, dan batalla a la tribulación, buscan una salida, quieren ofrecer y ofrecen una ayuda digna, piensan primero en Dios, en segundo lugar, desean lo mejor para el prójimo y, en último lugar se premian ellos. El hombre agoniza con toda clase de violencia. Cobardes que arrebatan la vida a mujeres indefensas, a hombres vulnerables y niños inocentes. ¡Qué paciencia tiene la divinidad! Es dura la senda angosta, la puerta estrecha, sobrecoge el odio del mundo, aunque tranquiliza el yugo de Cristo. Liberto todos los días buscaba el amanecer, se acordaba de todos sus amigos y de sus amigos literarios. Escribiré, escribiré, escribiré y denunciaré toda injusticia y sea mi obra un canto al amor, una obra amorosa, que sea digna de ser leída después de la resurrección y se extienda por todo el universo, asemejándose mis libros al libro de la vida y en todos los planetas me lean, siendo yo digno de la bondad de Dios y sus ejércitos, las estrellas iluminen el camino de los justos y virtuosos y todo buen arte y buen artista viva eternamente mientras el arcángel san Miguel eliminé todo mal de la tierra y esta tierra baldía sea nueva, como el nuevo cielo en el sublime día de amanecer inocente, se dijo Liberto.

 

18

“El hombre nace engañado y muere desengañado”, como dijo Baltasar Gracián. Juan Manuel de Prada. Las máscaras del héroe. 

Para Liberto era importante ser cristiano. Imaginaba su muerte y posterior resurrección ofreciéndole Dios el aliento en su boca. La vida nos engaña, sin embargo, mantenerse con fe ante graves tribulaciones nos salva: Liberto y sus amigos salían airosos. Después de tormentas que te dejan humillado, florece la calma proporcionando dignidad. La vida desengaña, sí, se sufre de desengaño, aunque hay que aceptar los dones y talentos que uno tiene. Abrir cada mañana la ventana de nuestra habitación tenerla ordenada y que la gracia de Dios se manifieste. Los amigos literatos de Liberto les importaba la religión cristiana, pero él quería más. Celebrar la Eucaristía se le quedaba pequeño. Solía escuchar tres homilías los domingos; y, por lo menos escuchaba una cada día. Leía la Biblia. Donaba lo poco que tenía, era un pequeño filántropo, también era altruista. Sentía que era poco lo que hacía, quería hacer más. Liberto estaba convencido que Dios ni engaña ni desengaña. Una jauría de lobos quiere la decadencia en nuestras vidas, quieren una sociedad de amos y esclavos, acabar con España y el mundo, implantar totalitarismo, las ideologías intentan destruirnos: denuncian profetas intelectuales religiosos. Aunque la divinidad y sus ejércitos ayudarán y repararán a las almas inocentes. Vienen tiempos venideros de vidas épicas y heroicas. ¿O tal vez ha sido siempre así?, se preguntó Liberto.

          Sus amigos literarios y Liberto se preguntaban si la lectura estaba sobrevalorada. Todos ellos coincidían que de todas maneras era importante leer. Lo que para Liberto no estaba sobrevalorada era la fe. Creer y amar a Dios no estaba sobrevalorado, además, existía un déficit, por defecto nos olvidamos de Dios y entonces vienen los problemas. No sabía de la vida de nadie, no era un cotilla, ni un criticón, Liberto, consideraba que Dios le había podado (para dar más fruto) y que le estaba poniendo a prueba. Él se sentía muy espiritual después de años de sufrimiento, después de años procelosos. José, el escritor, decía que Dios no era justo, sin embargo, Liberto meditaba que Dios no tenía la culpa de nada. Miguel Lapierre comentaba que cuando crucemos la laguna Estigia, nuestra alma descansará eternamente, lo sabremos todo, repleta nuestra mente de conocimiento, no existirán secretos (los secretos no se escriben) ni mentiras y todo mal que ahora nos rodea y amenaza fenecerá. Mamen Mistral se caracterizaba en que era elusiva. ¡Cómo condenan algunos hombres y mujeres! ¡Mientras Dios quiere la salvación y no la condenación! “Dios no te salva de la tempestad, sino en la tempestad”. “Vivir sin miedo es vivir con Dios”. En la edad madura por la frialdad en que se vive parece que nuestra alma está atrapada en el círculo polar ártico. Aunque la guía la estrella polar. Julieta se preguntaba si en un futuro viviríamos en los millones y millones de galaxias existentes. Penélope pensaba que el amor es de infinito como el universo. Agatha en las tertulias comentaba que por las noches se retiraba al mar y antes del alba hacia el amor con los dioses y que le regalaron el Tridente de Neptuno. Encarecidamente nos pedía que no dijéramos nada. 

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