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Como dijo el escritor francés
Stendhal, «el amor es una flor que crece junto al abismo»
La
poesía es el amor de Penélope y Liberto que podría fracasar. La poesía nace del
cosmos y se trasmite mediante el espíritu. La poesía son los hombres y mujeres
que custodian la ciudad en la madrugada. La poesía son los que preparan las
calles. La poesía es el camión de la basura en una noche silenciosa. La poesía
es un hombre desvencijado que halla un tesoro en el contenedor de la basura que
alguien lo ha desechado. La poesía es una ambulancia que como un rayo cruza la
ciudad mientras se apartan los coches. La poesía es un jornalero o una obrera
trayendo dinero y pan a sus hijos. La poesía es una noche de paz, quizá
navideña, mientras una madre tiene a su hijo en el regazo. La poesía es
amistad, la poesía es amor. La poesía es un problema, algo acabado, algo que
surge, incluso tristeza, porque hay belleza. La poesía es un cementerio porque
sólo están los huesos, el alma vuela libre en la eternidad. El mundo está lleno
de poesía. La vida misma es poesía. La poesía es el amor de Dios. La poesía son
los silencios de quienes aman y basta con una mirada. La poesía es un pecador
convertido. La poesía es un enemigo que desea ser tu amigo.
Se
reunieron Penélope y Liberto en la biblioteca, más tarde comerían por ahí en
algún lugar de la ciudad. Quizás en el gastrobar Villena.
Te voy
a contar un secreto Liberto, dijo Penélope.
Soy todo oídos.
. Cuando amo a un hombre le miro con disimulo. Le observo con
cuidado.
Vaya. Interesante.
¿Y sabes qué pienso cuando hago el amor?
Pues no sé. Ni idea.
Yo como mujer no hago el amor, hago poesía.
¡Es cojonudo! Yo te diría que amar es un acto poético.
A un joven o adulto que esté cansado, agobiado, abatido,
incluso asqueado de la vida injusta y bella; y, del mundo anodino y bello, le
diría que quedara y hablara con un buen amigo o una buena amiga. Pero, sobre
todo, que se hiciera amigo de los libros. Se vive en la imaginación miles y
millones de aventuras que sanarán tu alma, pensó Liberto.
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“Los libros son el reflejo del
alma”, Virginia Woolf
Julieta estaba viviendo unas coincidencias sobre el
cristianismo. La otra noche vio un documental sobre el síndrome de Jerusalén. Y
una joven de la provincia de Alicante la va a canonizar el papa Francisco y a
ella le dieron la información. Por un momento pensó en la casualidad, pero la
casualidad no existe. Estaba viviendo la sincronicidad de Carl Jung. A Liberto
le llamó poderosamente la atención. De repente el cielo se cubrió de nubes y
disfrutaron de una agradable brisa a pesar del calor del verano. Liberto pensó
en Dios. A ella la veía tan noble, seria, trabajadora, empática… no pararía de
hablar bien de Julieta. Estaban reunidos en K Robert. Se unió Agatha de ADIEM
que también escribe. Ella dijo a Julieta y a Liberto que en los talleres de
escritura no enseñan a redactar. Añadió Liberto que uno aprende a escribir
solo. Agatha recibía con gusto escritos que le facilitaba Liberto. Ella estaba escribiendo
una novela romántica, con fantasía y misterio. Y le gustaba mucho la mitología.
¿Has tenido algún caso de que una persona no pudiera leer
por estar saturada?, preguntó Liberto.
La verdad que no. No he conocido ninguna persona así,
respondió Julieta.
Yo cuando no puedo escribir, entonces, me pongo a leer
vorazmente, dijo Agatha.
Conozco a un tal Quique que fue precoz leyendo y al sufrir
ahora la patología mental no puede leer. Creo que hay personas que están
saturadas, cansadas y no tienen fuerza para realizar el esfuerzo de leer, sin
embargo, tienen muchas ganas, dijo Liberto.
¿Y la de libros que jamás leeremos?, preguntó Julieta.
En la otra vida lo leeremos todo, dijo Agatha.
Toma Agatha te paso los primeros capítulos de mi tercera
novela titulada: El reino de los cielos, dijo Liberto.
Qué bonito el titulo dijeron la dos.
Agatha era una mujer muy educada. Era fuerte como un roble
y lista como un lince.
Liberto se acordó de sus amigos literatos y cuando se unía
Agatha a la conversación disfrutaban de la vida y de la literatura. A Julieta
le gustaba mucho la filosofía.
No sé el porqué de no estudiar bachillerato, pues yo
escribo desde la adolescencia, dijo Liberto.
Lo hubieras disfrutado mucho, comentó Julieta.
Como dijo Max Aub: uno es de donde ha estudiado el
bachillerato, dijo Liberto.
Julieta y Liberto aconsejaron a Agatha que leyera a los
clásicos de filosofía y ella aceptó encantada.
Julieta y Liberto se miraron a los ojos al despedirse. Fue
una mirada cálida y verdadera. Agatha se despidió con una gran sonrisa dibujada
en sus labios.
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“Es duro el amanecer para el inocente”,
José Luis Zeron Huguet
A Liberto le gustaba que la literatura fuera la vida misma,
le encantaba que la literatura le hiciera reflexionar y, que reflexionara de la
vida con todos sus matices. Había llegado el momento en la vida de Liberto en
que quería y tenía que leer mucho, pues sufría de soledad, pero le encantaba la
idea. José, el escritor, le dijo que había que leer mucho, escuchar mucho y
hablar poco. Nuestra querida Elvira Sartre veía injusto que uno sea un
privilegiado por vivir del arte. Miguel Lapierre lamentaba que no pudiera
escribir novelas. Juan Manuel de Prada no pudo conseguir escribir poesía. Y
J.P. no se sentía capaz de escribir narraciones, aunque escribe bien. Mamen
Mistral se convirtió en una intrépida periodista y entrevistó a poetas
excelentes cercanos a la generación Empireuma. Ella dice que es una loca muy
cuerda. Luchar por los sueños es duro, la vida es dura, ciertos sueños se cumplen
con amargas experiencias, pasado relativamente un tiempo. Después de la tortura
de la mala suerte, de la frustración, del esfuerzo, de las pocas alegrías,
amanece y los pasos son luminosos por una pequeña conquista. El trabajo del
escritor es duro: tienes que leer y escribir mucho y, además se lee y escribe
cuando uno puede y no cuando se quiere. Los amigos literarios de Liberto tenían
buen olfato, eran buenos sabuesos literatos. Él recuerda de adolescente la
solidaridad de Bono de U2, Pink Floyd y The Cramberries, por ejemplo. Con una
voz y unos instrumentos estaban haciendo una revolución. Y escritores
comprometidos como Dominique Lapierre transformaban el mundo, el Liberto
adolescente quería ser como ellos. ¡Qué difícil es ponernos de acuerdo! Sin embargo,
de vez en cuando surge la chispa y nos hacemos uno. Llegará ese día que al alba
despertemos en un eminente día, después del último anochecer y, vivamos nuestra
liberación alcanzando la iluminación.
El
problema y la solución es el hombre. ¡Si todo hombre o mujer descubriera el
verdadero tesoro! ¡Si todo hombre o mujer encontrara esa gran perla! Al alba
despiertan los últimos, pequeños, descartados, desarraigados… Los pequeños que
son guiados por la mano de Dios. Explotados y robados estos pequeños por los
hombres de traje y corbata, fríos y calculadores, que como amigos entran y
salen del reino de Belcebú, legión de demonios y lobos que acechan al hombre,
chupando la sangre a los oprimidos, vampiros que cortejan a mujeres bellas,
buenas y enamoradizas, ¿qué es más importante el amor o el sexo? Liberto y sus
amigos estaban cansados de los enemigos que son amigos del maligno y plantan
cizaña. Sin embargo, nada está perdido, el mal hace mucho ruido, pero hay mucho
bien, personas bondadosas que no viven para ellos mismos, no son egoístas, dan
batalla a la tribulación, buscan una salida, quieren ofrecer y ofrecen una
ayuda digna, piensan primero en Dios, en segundo lugar, desean lo mejor para el
prójimo y, en último lugar se premian ellos. El hombre agoniza con toda clase
de violencia. Cobardes que arrebatan la vida a mujeres indefensas, a hombres
vulnerables y niños inocentes. ¡Qué paciencia tiene la divinidad! Es dura la
senda angosta, la puerta estrecha, sobrecoge el odio del mundo, aunque
tranquiliza el yugo de Cristo. Liberto todos los días buscaba el amanecer, se
acordaba de todos sus amigos y de sus amigos literarios. Escribiré, escribiré,
escribiré y denunciaré toda injusticia y sea mi obra un canto al amor, una obra
amorosa, que sea digna de ser leída después de la resurrección y se extienda
por todo el universo, asemejándose mis libros al libro de la vida y en todos
los planetas me lean, siendo yo digno de la bondad de Dios y sus ejércitos, las
estrellas iluminen el camino de los justos y virtuosos y todo buen arte y buen
artista viva eternamente mientras el arcángel san Miguel eliminé todo mal de la
tierra y esta tierra baldía sea nueva, como el nuevo cielo en el sublime día de
amanecer inocente, se dijo Liberto.
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“El hombre nace engañado y
muere desengañado”, como dijo Baltasar Gracián. Juan Manuel de Prada. Las
máscaras del héroe.
Para
Liberto era importante ser cristiano. Imaginaba su muerte y posterior
resurrección ofreciéndole Dios el aliento en su boca. La vida nos engaña, sin
embargo, mantenerse con fe ante graves tribulaciones nos salva: Liberto y sus
amigos salían airosos. Después de tormentas que te dejan humillado, florece la
calma proporcionando dignidad. La vida desengaña, sí, se sufre de desengaño,
aunque hay que aceptar los dones y talentos que uno tiene. Abrir cada mañana la
ventana de nuestra habitación tenerla ordenada y que la gracia de Dios se
manifieste. Los amigos literatos de Liberto les importaba la religión
cristiana, pero él quería más. Celebrar la Eucaristía se le quedaba pequeño.
Solía escuchar tres homilías los domingos; y, por lo menos escuchaba una cada
día. Leía la Biblia. Donaba lo poco que tenía, era un pequeño filántropo,
también era altruista. Sentía que era poco lo que hacía, quería hacer más.
Liberto estaba convencido que Dios ni engaña ni desengaña. Una jauría de lobos
quiere la decadencia en nuestras vidas, quieren una sociedad de amos y
esclavos, acabar con España y el mundo, implantar totalitarismo, las ideologías
intentan destruirnos: denuncian profetas intelectuales religiosos. Aunque la
divinidad y sus ejércitos ayudarán y repararán a las almas inocentes. Vienen
tiempos venideros de vidas épicas y heroicas. ¿O tal vez ha sido siempre así?,
se preguntó Liberto.
Sus amigos literarios y Liberto se preguntaban si la lectura estaba sobrevalorada. Todos ellos coincidían que de todas maneras era importante leer. Lo que para Liberto no estaba sobrevalorada era la fe. Creer y amar a Dios no estaba sobrevalorado, además, existía un déficit, por defecto nos olvidamos de Dios y entonces vienen los problemas. No sabía de la vida de nadie, no era un cotilla, ni un criticón, Liberto, consideraba que Dios le había podado (para dar más fruto) y que le estaba poniendo a prueba. Él se sentía muy espiritual después de años de sufrimiento, después de años procelosos. José, el escritor, decía que Dios no era justo, sin embargo, Liberto meditaba que Dios no tenía la culpa de nada. Miguel Lapierre comentaba que cuando crucemos la laguna Estigia, nuestra alma descansará eternamente, lo sabremos todo, repleta nuestra mente de conocimiento, no existirán secretos (los secretos no se escriben) ni mentiras y todo mal que ahora nos rodea y amenaza fenecerá. Mamen Mistral se caracterizaba en que era elusiva. ¡Cómo condenan algunos hombres y mujeres! ¡Mientras Dios quiere la salvación y no la condenación! “Dios no te salva de la tempestad, sino en la tempestad”. “Vivir sin miedo es vivir con Dios”. En la edad madura por la frialdad en que se vive parece que nuestra alma está atrapada en el círculo polar ártico. Aunque la guía la estrella polar. Julieta se preguntaba si en un futuro viviríamos en los millones y millones de galaxias existentes. Penélope pensaba que el amor es de infinito como el universo. Agatha en las tertulias comentaba que por las noches se retiraba al mar y antes del alba hacia el amor con los dioses y que le regalaron el Tridente de Neptuno. Encarecidamente nos pedía que no dijéramos nada.
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