Sueño americano, pesadilla del
pobre. La Gran Depresión devoraba Norteamérica, sin embargo, en Hollywood había
mucho dinero en los años treinta. Siempre me gustaron y me gustan las películas
americanas. Me inspiró Sylvester Stallone y me enseñó que tuviera cuidado en la
vida cuando era adolescente. Robert de Niro es el mejor actor del mundo. No hay
otro como él. Me gusta sólo cuando hace de bueno, está excelso. Soñando que hubiéramos
sido buenos colegas. Aunque la eternidad dirá la última palabra. Marilyn Monroe
la bella actriz con el más alto coeficiente intelectual. Audrey Hepburn la actriz
solidaria que quiso morir libre y alimentaba de esperanza a los ciudadanos de África.
La belleza de Kim Basinger. Rosas mediáticas inspirando a millones de mujeres. Estrellas
rutilantes de cuerpo y alma. James Dean fue el rebelde que yo no fui. Maldito
el coche que devoró tu cuerpo, pero no tu alma. Me imagino caminando por las
calles de Nueva York. Acudiendo a Broadway con sumo gusto. Todo comienza con un
pequeño y humilde sueño desde la fragilidad y vulnerabilidad del ser ante la
gigantesca maquinaría y fabrica de sueños. Difícil camino hacia la gloria. Me imagino
dándole a la tecla a Carlos Ruiz Zafón creando magníficos guiones. Películas
que son clases de filosofía, sanando emocionalmente. Apocalypse Now en mi salón.
Napalm para ganar la paz. La sombra del poder. Argo. El topo. Una mente
maravillosa. ¡Petróleo!, de Upton Sinclair. Pozos de ambición, de Paul Thomas
Anderson. Jack Warner y sus hermanos, que crearon unos ingentes estudios de
Hollywood… El extraño humor de Woody Allen. Las locuras de los hermanos Marx. Jim
Carrey. En las butacas del cine lo más próximo al Edén. El romanticismo de los
cines de antaño en el casco urbano de las ciudades.
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