Teología y arrojo
“La teología que es estudio
sistemático y racional de la fe en la esfera de la revelación, así como a su
aplicación exclusiva a este campo, pasó mucho tiempo. La teología, en un
sentido originario y esencial, es el mismo de la revelación y la fe, si bien bajo
la forma de reflexión metódica. La teología surge del esfuerzo del hombre por
pensar y expresar su fe según la razón. La revelación que Dios dirige al
hombre, como manifestación suya, es un acontecimiento existencial, que afecta
al hombre y convierte a este en oyente de la palabra, capaz de recibirla y,
como tal, en parte de la revelación misma.” La teología es la reflexión en
el tiempo, de cada época, de la inspiración por la revelación. El hombre debe
estar conscientemente abierto a la revelación para traducirla correctamente en
teología con un buen entendimiento. Una persona atea puede vivir una revelación
“El acto de fe es ya en sí
mismo teología. Tomás de Aquino afirmó que “credere est cum assensione
cogitare” (creer es pensar con asentimiento, II-II, q.2, a.1). La fe es un acto
del intelecto determinado por el asentimiento de la voluntad. La razón,
arrastrada por la voluntad, admite la verdad y consiente en ella. En este
sentido, la teología es una actividad natural que brota del acto de fe y que
está al servicio de la fe, pero que no se convierte por sí misma en una
actividad religiosa. Por eso no cabe pretender que sea imposible hacer teología
sin una vida religiosa personal. Afirmar lo contrario es comprensible como una
reacción contra una teología que prescinda de la realidad de la fe, pero carece
de sentido ante una teología auténticamente orientada.” Para
elaborar una autentica teología es preciso tener el fruto de una fe fuerte.
Bien presentan un corazón
enamorado, lleno de fe, y de arrojo personas como: la soldado y mística Santa
Juana de Arco (doncella de Orleans), la filósofa y carmelita alemana Edith
Stein, el Padre Ragheed Ganni de Irak, el valiente fraile Maximiliano
Kolbe, y todos los santos y mártires.
Elegía a P.
Ragheed Ganni
Abiertas las puertas de Roma,
una primavera esperanzada,
tu corazón enamorado,
estudiaste con fruición
el alma del Todopoderoso,
reposa tu espíritu con el
amado,
pescador de almas heridas
y enamoradas,
inmortalizada tu imagen
en la Plaza de las Víctimas
del terrorismo,
absurda guerra de corazones
fríos,
regresaste a tu tierra con
arrojo,
tu patria Irak de bajos fondos
y violenta;
luchaste en nombre de Dios;
atendiendo a tus feligreses,
un duro y largo invierno
lleno de tristeza y muertos,
¡cuánta sangre derramada no
será en vano!
valiente soldado de Cristo
enamorado
tu única arma para defenderte
fue la fe,
¿pero cómo es posible tanto
odio
contra personas inocentes?
excelso banquete como
recompensa,
y crecen las flores,
y alzan el vuelo las aves,
tu vida frutífera y
testimonial.
Deberíamos redescubrir para
nuestras vidas la ética y la moral. En el reino animal no estudiamos la ética o
la moral. Como decía Hegel: “Dios se manifiesta por medio del
pensamiento y no por el sentimiento.” La ética es una inclinación natural.
La ética es la sabiduría de las cosas humanas. Me atrevería a decir que la
ética y la moral regulan la responsabilidad de nuestra alma.
La ética es el salvoconducto
para controlar nuestra moral ante la vida de forma positiva. La ética debe de
ser categórica para una moral universal.
Esta “sociedad liquida”,
secularizada, vive inquieta, zozobrante, tiene serios problemas, que
encontrarían luz al final del túnel con la teología. Hallarían sentido a la
vida la persona poco o nada religiosa. Encontrarían paz con la teología, pues
reflexiona la palabra de Dios. Encontrarían respuestas a sus dudas. La fe de la
que habla la teología llenaría el vacío en que vive actualmente la sociedad.
Porque la teología nos habla de la verdad que se encuentra en las Sagradas
Escrituras. La teología aporta la verdad. La teología es la compensación a
nuestro sufrimiento.
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