Boris Berenzon
Conversaciones con el imaginario
(Adolfo Sánchez Vázquez, Fernando
Salmerón, Jorge Alberto Manrique, Margarita Peña, José Luis Ibáñez, Edmundo
O'Gorman, Margo Glantz, Juan Miguel Lope Blanch, Leopoldo Zea, Luis Villoro,
Luisa Josefina Hernández, Salvador Elizondo, Álvaro Matute, Miguel León–Portilla,
Sergio Fernández)
Boris Berenzon, ante todo, es un buen escritor. Realiza unas entrevistas del Boletín de la Facultad de Filosofía y Letras en los años 1994 – 1998. Siendo él director del boletín, y la doctora Juliana González. ¿Se dice siempre, y en todo momento la verdad? ¿Somos todos unos impostores? Habla con los entrevistados: escritores, creadores, inquietos investigadores… de su sabiduría. La obra es todo un discurso poético, razón poética. El escritor es un filósofo y el filósofo es un poeta, nos dice María Zambrano. Se habla de soledad; “forjadora de almas” que dice el poeta, a Boris le gusta la soledad, a mí también. Se rememora a los maestros clásicos y contemporáneos que con su lectura se hace un viaje intelectual dándonos rumbo y se manifiesta la creatividad. ¿Lo imaginario está amenazado?
La democracia en todo hombre y su país, lo democrático, es la masa que debe exigir leyes más justas. Ella, la democracia, quiere mentes abiertas, musa de poetas soñadores, desea hombres y mujeres libres e iguales, derecho a vivir la vida merecida con pasión, pulso, con justo poder, quiere dar libertad, seguridad, se preocupa por nuestra felicidad, legisla leyes humanas iguales a las leyes divinas, enamorada del hombre moderno, ella, la democracia, dice que somos uno. Aunque existen peligros.
Cito a dos entrevistados: Sergio Fernández: “He pagado un alto precio: la soledad, la cual ha sido positiva y negativa. La soledad no es la desolación: la desolación es un espectro maldito, pero a cambio de la soledad obtienes un mundo propio donde la creatividad te visita cotidianamente. Yo tuve como elección una vocación: la literatura. Ésta es como un amante: no te deja tener una compañía; te vuelve impaciente, intransigente; te reduce a ella misma; no te deja tener un ser amado”. De pronto Sergio Fernández se ríe y reflexiona. “Por cierto, ¿qué es el ser amado?, ¿cuál es la concepción del ser amado? La literatura te reduce a ella misma. Te conviertes en un ser de papel”. (pág 14) Adolfo Sánchez Vázquez l. ¿Qué significa para usted el exilio y qué representa hoy su propio puente entre España y México? Hábleme de las rupturas y las confluencias que delimitan este puente histórico-generacional. El exilio representó para mí –como para miles de españoles acogidos a la generosa hospitalidad de México– la posibilidad de iniciar aquí una nueva vida, de la que ha formado parte sustancial –en mi caso personal– mi vida académica, como estudiante, profesor e investigador. Pero el exilio que, en sus primeros años, significaba también un desgarrón terrible, la pérdida de la patria de origen –pues el destierro no es un simple ''transtierro"–, es un capítulo que quedó cerrado hace ya dos décadas, desde que, sin olvidar las raíces, el exiliado se integra plenamente en su segunda y nueva patria. Desde este punto de vista, el exilio queda atrás, pero los frutos que en él se dieron hacen de él un doble puente en cuanto que, por un lado, se integran en la cultura mexicana, y, por otro, mantienen aquí la llama de la cultura española que el franquismo había apagado brutalmente al grito de uno de sus generales de "¡Muera la inteligencia!". (pág 21). No se pierdan el final del texto. Lean a un buen escritor y un lúcido libro.
Francisco José Blas Sánchez
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