Biografía del silencio. Pablo
d’Ors
Nos dice Pablo d’Ors que no es
fácil meditar, más aún hacerlo solos. Es difícil enfrentarse a uno mismo. Para
mí meditar cambia el sentimiento y el pensamiento. Coincidimos los dos.
Mientras hacía meditación observaba su cuerpo. Como buen alfarero esculpió el
barro dándole forma, mientras se percató que había mucha vida en su ser. Tener
muchas experiencias tan sólo es vivacidad. Nos debilita la cantidad y nos
reconforta la calidad. En la realidad del oleaje, la tempestad, del mar
embravecido nos hace daño, en cambio, un presente meditado sin hacer nada es
para nuestro bien. Somos fauna, flora, polvo de estrellas, es la riqueza de
nuestro interior y, estando en el mundo no nos debemos apegarnos a lo material.
Dijo Confucio que la vida era simple. Controlando nuestras pasiones y deseos,
la vida es más fácil. Por supuesto tenemos nuestros miedos y existe el peligro.
“Auméntanos la fe”, le decían los Apóstoles a Cristo. Pablo d’Ors dista de ser
un individuo cartesiano del mundo. Estuvo apunto de claudicar en su meditación:
silencio y quietud. Aunque estaba aferrado a la vida y la vida le daba la
oportunidad para meditar. Soportaba dolores corporales, acumulación de trabajo…
Sin embargo, siguió en su empeño. Dice que el silencio es nada o que podría
decir que es todo. Tiene el imperioso anhelo por retirarse en soledad y meditar.
Si todos hiciéramos algo así el mundo cambiaría a mejor. Hay que aumentar la
meditación como nuestra fe. Sin la meditación vivimos dispersos y fuera de
nosotros. A la falta de fe de nuestros días quizás exista menos amor. La
meditación nos retrotrae a la infancia. La importancia de la percepción. Pablo
d’Ors no sólo nos habla de cristianismo. Nos dice claramente que con la
meditación aprehendemos el aquí y el ahora en un silencio claroscuro.
Pablo d’Ors es fundador de los
meditadores Amigos del Desierto, así como de Tabor; un proyecto de monacato
secular.